miércoles, 28 de septiembre de 2016

Farmacity

por Carlos (Ángeles Lescano)
(Un ticket como vale para Freddo y una limpieza facial de por medio, y de nuevo al bajón).
Qué materias cursar, no sé si quiero todo esto, qué pasa si no me enamoro nunca más. Tragá ese aceite de almendras y no digas nada. ¿A quién vas a extrañar si podés abrazar este shampoo Tío Nacho Aclarante? Divino te va a quedar el pelo, tu carta de presentación para la vida es el pelo. Menos mal que te acordaste de la crema anti-celulitis, en una de esas funciona, así como estabas nadie te iba a querer. ¿Quiero que alguien me quiera? Mejor no vuelvo a esas andanzas, duele demasiado, pero por suerte estas curitas y el bicarbonato lo solucionan todo, malditos zapatos, es la última vez que confío en que el cuero vaya a ceder. Esta cremita hidratante está saladita, no parecía... ah, son estas lágrimas inmundas de nuevo, me olvidé de comprar los pañuelitos que estaban 6x3. Y esas toallitas hidratantes que me dijeron que te deshinchan los ojos en dos minutos, y de vuelta lista para la vida. Si las lágrimas me sirvieran como loción hidratante, quizás podría llorar un poquito más, total tengo un montón más por llorar... los 40 están más cerca de los 25 de lo que una cree, hay que cuidarse el cutis, y hacer elecciones, y vivir la vida, y cursar materias, y recibirse, e hidratarse de nuevo la cara, y agarrarse uno antes de quedar solterona, y aprovechar el descuento de los domingos. Ojalá acá vendieran lentes de sol también, unos grandes, para llorar tranquila por la calle. Me compraría unos formato Ray Ban, la vida se hace más glamourosa con los Ray Ban... ahora cómo acomodo todo esto que compré, ¿por qué no venden muebles? Ya sería pedir demasiado. Como tener un novio que me consuele en este momento, porque la puta madre esta crema depilatoria no era lo que prometían, qué fiasco. ¿Me sobró OFF? Me olvidé del OFF, y del dengue, y de repeler, repeler, repeler... esa es la clave, quiero repeler, que ningún mosquito, hombre, mujer o perro se me acerque de nuevo, yo no quiero sentir esto otra vez. Me vuelvo a comprar lo que olvidé.
(Un ticket como vale para Freddo y una limpieza facial de por medio, y de nuevo al bajón).
Qué materias cursar, no sé si quiero todo esto, qué pasa si no me enamoro nunca más...

Luna rota en la mano

por Carlos (Ángeles Lescano)


Rota. Rota y olvidada. Hecha un bollito contra el rincón más mugriento. Con los puntos de las medias corridas, con el rimel corrido… con la mirada perdida, la boca entreabierta, el esmalte de Farmacity descascarado, la bombacha agujereada. Las colillas de los cigarros se amontonan en el cenicero plateado y medio oxidado. La cartera vacía, apenas resuenan un par de monedas plateadas. La bolsita, plateada, a sus pies. Un espejo resquebrajado contra el otro rincón contempla su pelo, de incipientes mechones plateados, alborotado. El olor a choripán se cuela por la única ventana de la habitación, eternamente destartalada, y se entremezcla con los acordes de la cumbia que escuchan los del local de abajo y la luz del mediodía. No quedan lágrimas, no hay más lágrimas. Rota, tan rota que sus trizas de medias, rimel, esmalte, agujeros, cigarros y monedas ya no pueden subdividirse más... o eso creería. “Je ne sais quoi”, murmura por lo bajo. “Je ne sais quoi”, repite, con un hilo de voz frágil, tan frágil como sus tobillos cansados. Se para de golpe y su vestido rasgado se desliza, dejando sus magníficos pechos, (esos pechos que tan loco lo habían vuelto alguna vez, que tanto semen de aquel espeso que sólo él tenía, habían visto correr), al aire. “AL PRÓXIMO QUE SE ATREVA, LE ARRANCO LAS BOLAS A MORDISCONES”, dice decidida, y como si esa frase fuera su último hálito de vida, cae grácilmente al suelo, inconsciente.

Se despierta en algún momento en el que los rayos de la resquebrajada luna plateada iluminan de lleno sus incipientes y precoces arrugas. Gotas plateadas y traviesas, de aquella gotera que el encargado hubiera prometido arreglar el mes anterior, aterrizan de lleno en medio de sus magníficos pechos. Se los toca; están empapados. Recuerda su semen. “Al menos sigo teniendo estas tetas”, piensa. Se incorpora tambaleándose. Se contempla en la plenitud del reflejo de ese resquebrajado panorama de haces de luz plateados, en esa circunferencia de trizas cristalinas. La luna parece estar cerca, muy cerca, casi como si pudiera alcanzarla, casi como si pudiera susurrarle un secreto al oído... casi como si estuvieran las dos en la misma porción de espacio. La descuelga del cielo y la toma entre sus manos. Le aulla, solitaria como loba que escupe hilos plateados por el hocico, y el aullido se vuelve tan agudo, que termina por hacer añicos los cristales plateados de la ventana destartalada que se encuentra a sus espaldas, y hasta a la mismísima luna. “Ya no queda nada más por romper, mon chéri”, sonríe para sus adentros, y comienza a cantar por lo bajo en la penumbra, cual cántico de rito purificador chamánico, la cumbia que llega desde algún lugar como un eco: “¿Qué pasó con el que dijo que te amaba? ¿Acaso se fue y te ha dejado ilusionada...?”.

No hay nada roto que no pueda repararse con un poco de plateado pegamento mágico, mon chéri. 



Me quiero desmayar

por Carlos (Ángeles Lescano)






 Me quiero desmayar ya mismo en este bondi en el medio del pasillo y que todos tengan que saltar sobre mi cuerpo inerte para poder pasar y tocar timbre y bajar les quiero joder el paso desmayada ahí en el medio estampada contra el piso en una contorsión rara como de silueta de escena del crimen que todos se pregunten ¿qué le pasó? pobre una chica tan joven ¿respira? permiso ¿bajás acá? que me contemplen ahí sin saber si tengo pulsaciones todavía y sigan pasando por arriba de mi cuerpo para bajar en Munro Carapachay o Plaza Miserere que me pisoteen un poquito cuando el bondi esté lleno lleno de gente y no sepan cómo acomodarse porque mi cuerpo les estorba escupirle desde abajo y por reflejo al hijo de puta que no se ponga los auriculares no me importa si escucha el Opus 53 de Chopin o Romeo Santos y que ahí todos se den cuenta que en verdad sigo con vida que alguien se anime por fin a hacerme el favor de patearme con fuerza para rodar escaleras abajo y aterrizar en el asfalto de Avenida Cabildo y que la gente pase hablando por celular a toda velocidad por al lado de mi cuerpo ya hecho un bollito todo maltrecho y le comunique a su interlocutor Marta me parece que acabo de ver a la chica que se desmaya porque amó demasiado y su cuerpo ya no resiste y su corazón está todo el tiempo a punto de explotar en mil pedazos. 

La musa

por Carlos (Ángeles Lescano)




 Destellos escurriendo por entre sus manos, y desde sus manos, por entre mis mejillas. Destellos que se dispersan por toda la sala; flotan en el espacio mínimo que separa sus manos de mi boca, y luego ese espacio mínimo se vuelve inmenso.
Mi lengua que lame sus dedos largos y elegantes, presurosa, como si de ese elixir que sorbe dependiera mi vida.
Su voz gruesa y firme que dice “Suficiente”. Y entonces se sienta y hace sonar notas envolventes, densas, penetrantes. Los destellos y el espacio circundante, que siento latir acompasados. Mis ojos que miran sus manos en las teclas, y luego contemplan su cara, como una santa que contempla la divinidad en lo más alto del cielo.
Sus dedos que se detienen abruptamente, y los destellos que se desvanecen.  


Repetimos de nuevo el ritual: sus dedos y los destellos, los destellos entre sus dedos y mi boca, mi lengua en sus dedos, sus dedos en las teclas, los destellos que se desvanecen, sus dedos y los destellos, los destellos entre sus dedos y mi boca, mi lengua en sus dedos, sus dedos en las teclas, los destellos que se desvanecen, y así una y otra vez una eternidad, hasta que sus notas me envuelven por completo, y la divina providencia me revela la verdad de los cielos, y los destellos recorren su cuerpo y el mío, y nos impregnamos… y nos convertimos en infinita creación. 

Contrato


 Yo te advierto una sola cosa, y escuchame bien, Tomás: vos te llegás a poner de novio con otra en este momento, y yo no te dirijo nunca más la palabra. ¿Por qué? ¿Me preguntás por qué? ¡Porque canté pri… carajo! Porque estuve cuando eras una piltrafa. Cuando ibas por la vida arrastrándote y pidiendo clemencia; cuando gritabas a los cuatro vientos que no podías más, mientras tu mirada enrojecía de angustia segundo a segundo. Cuando el vicio apenas te dejaba emitir palabras coherentes, y tus modos no eran precisamente los de un galán seductor. 
Estuve cuando nadie estaba. Si… si, ahí, yo estaba ahí. ¿Estaban esas otras ahí? No. Yo era la que escuchaba esas palabras sin sentido, mientras te desabrochaba la bragueta para consolarte. 
Es mi derecho, Tomás, y me lo gané. Ahora que estás más fuerte, no te vengas a hacer el príncipe Encantador.. porque en parte, fue gracias a mi, y me lo debés. 
¿Amor? ¿Me hablás de amor? ¿De enamoramiento? Qué cosas ridículas me decís… yo no te pido que te enamores de mi, mamarracho, sólo te pido que me sigas la corriente. Para amar estoy yo, y vos tenés que estar conmigo porque te conviene, porque me voy a echar al hombro cualquier problema: los míos y los tuyos, y no te voy a pedir nada más a cambio. Nada. A excepción claro, de que seas mi novio. Yo te voy a traer la comida a la casa, voy a cambiar las lamparitas y el cuerito de la canilla, te voy a cocinar todas las noches… y vos vas a mirar el partido. Y después me vas a hacer el amor. Con qué poquito me voy a conformar, mirá, no te voy a pedir nada. Si después querés ir a fumarte un pucho y no me abrazás, no me importa, yo no te lo voy a pedir. Porque a mi lo único que me va a importar, será saber que vas a estar conmigo. Esa va a ser mi única y mayor satisfacción. Que te vas a olvidar de todas esas chirusas. Cañitas al aire, si, te permito, no me importa. Pero lo que sí, nada de relaciones paralelas. La elegida, la preferida, voy a tener que ser yo, siempre. Y si querés, lo estipulamos por contrato. Así que ya sabés, Tomás. Que vengan, que vengan a hablar conmigo todas esas que quieren algo más de vos… que me las cargo de a una. Me gané el derecho de ser tu novia.



La paradoja del corazón roto (fragmento)





 Vos me hiciste algo mucho peor, más terrible, más insoportable que todos mis ex "algo" juntos: no me hiciste NADA.
¿Y sabés por qué es tan terrible, Alejandro? (Y no me mires así). Es terrible porque tampoco te puedo echar la culpa de nada... porque eso en verdad sería muy liberador para mi. Porque cuando algo se termina, una lo que quiere es un motivo real y concreto para odiar al otro, y de ese modo, todo el proceso se acelera; algo para que la carga de tener que olvidar, no se vuelva tan pesada. Lo que yo quiero ahora es un motivo para justificar mi dolor, mi ira, mis ganas de pincharte las ruedas de la bicicleta. Porque así como en algún momento te tenía compasión, y tenía ganas de ayudarte, y de escucharte, y de darte toda mi bondad... ahora tengo ganas de pincharte las ruedas de la bicicleta; tengo ganas de romperte las ventanas a piedrazos; de armar un muñeco vudú tuyo y enchufarle alfileres en la pija; tengo ganas de caer borracha a tu trabajo y hacerte una escena adelante de todos, acusándote de mil barbaridades... pero además de locuras, serían maldades injustificadas. Y lo único que puedo hacer, es tragarme mi angustia y resolver todo lo que en verdad me duele de esto conmigo misma. Y repito, que eso es terrible. Porque exteriorizar la ira, purgar los demonios, exorcizar... te hace sentir pura y limpia como para seguir y decirle al próximo que pase.
Pero vos, Alejandro, no me dejás. Me tenés anulada, impotente, en un limbo de inacción. Y en ese sentido, en verdad te esforzaste para ser mucho mejor, y a la vez y paradójicamente, mucho peor que el resto. Es cierto que no me respondiste algunos mensajes, si... pero ya me lo habías avisado, así que no es suficiente. ¿De qué me agarro entonces? Me encantaría decirle a mis amigos que te faltan huevos, que sos un mentiroso, que me vendiste algo que no era... me encantaría criticarte y criticarte durante horas y así desahogarme plácidamente... me encantaría que, cada vez que veo una foto tuya en facebook, con alguna pibita mucho más chica que vos, con tu cara de pajero atorrante sobre su hombro, pudiera decir: "Me está engañando", y así mis celos y mis lágrimas se verían amparados por el ala espinosa de la traición. Pero fuiste tan asquerosamente sincero todo el tiempo, que hasta me hablaste de las otras chicas con las que salías.
Y lo que me resulta peor de todo esto, lo que más me duele en verdad... es que todas estas cosas que a mi me pasan, este huracán que siento en las entrañas y que me impide echarte tierra, toda esta "cosa" atravesada que tengo y de la que tampoco te puedo echar la culpa... a vos te chupa un huevo, y no te lo puedo decir.



... y por eso no me queda otro remedio que hablarle a este espejo roto.

Calor




...el ojete que se adhiere con fuerza al plástico.

Deja su silueta redondeada, marcada con transpiración (cual Santo Sudario), en el preciso momento en el que una logra despegarse del asiento del colectivo, justo a tiempo para tocar timbre y bajar.